R E F L E X I Ó N M A S Ó N I C A, por Amando Hurtado
“PRIMUM VIVERE, DEINDE PHILOSOPHARI” o, si se prefiere, “hay vida antes de la muerte” serían máximas sustitutorias del “hay vida después de la muerte” que es la divisa, no menos utópica, tras la que se han refugiado tradicionalmente la impotencia frente a la muerte, la injusticia y la codicia institucionalizadas de mil maneras a lo largo de nuestra Historia, configurando la moral y la estética convencionales de cada época y lugar...
Amando Hurtado, 33.º |
Ilustradora del sentido de la iniciación masónica sería la anécdota luliana en la que el filósofo mallorquín, observando a unos canteros trabajar la piedra, preguntaba por separado a tres de ellos qué era lo que estaban haciendo: el primero respondió que se estaba ganando la vida; el segundo precisó que estaba tallando una piedra y el tercero dijo que estaba construyendo una catedral... Los dos primeros podrían ser considerados técnicos o artistas y el tercero, explicando el “por qué” de lo que hacía, sería el geómetra en el sentido que estamos señalando, puesto que su respuesta en términos masónicos implicaría consciencia de la necesidad de unir la escuadra y el compás...
Estas premisas, idóneamente desarrolladas, conforman el contenido esencial de la intención de la propuesta iniciática masónica personal que ha perdurado y está llamada a perdurar. Proponemos una vía de perfeccionamiento ético apoyada en la práctica de unos principios, siguiendo una metodología simbolista; lo cual no significa obviar ajustes de continente, a los que la Masonería siempre ha estado abierta, fiel al emblemático lema alquímico “rectificando invenies occultum lapidem”.
La propuesta masónica es adogmática por estar abierta al descubrimiento gradual de “la verdad”. De la verdad entendida como “alezeia”, aparición emergente o descubrimiento, y no como “revelación”, según lo exponía Martin Heidegger.
En el mundo postcolonial, globalizado y supertecnológico del siglo XXI, los altos valores humanos comunes a todas las culturas serán los que puedan garantizar y estimular positivamente la evolución social. Por ello, convendría evitar la confusión conceptual que con frecuencia se produce entre “fratría” o “cofradía” y fraternidad universal, liberando nuestros rituales de ambigüedades semánticas, a menudo erróneamente justificadas en aras de una inamovible y mal entendida tradición. Los rituales masónicos son un medio para entrar en relación con lo que “es”; por lo tanto, para ser eficaces deben necesariamente poder integrarse en el pensamiento cósmico, superando la momificación de los conceptos que caracteriza al dogmatismo. En todas las culturas, la labor constructiva combina lo racional con lo intuído o, si se prefiere, lo inmanente con lo que nos trasciende, sin que sea necesario etiquetar lo trascendente haciéndolo definitivo o “final”. El de nuestro tiempo no es el universo que contemplaron los masones operativos, ni el newtoniano de nuestros hermanos ilustrados, ni siquiera el que ha predominado hasta bien avanzado el siglo XX.
Lo que a nuestra naturaleza humana le es asequible, a través de las diversas representaciones simbolizadoras, se halla dentro de las coordenadas que determinan su pertenencia a un mundo del que somos producto y que vamos descubriendo lentamente: un mundo en el que la ética derivada de la geometría espiritual que ha de propugnar la Masonería de este tiempo puede seguir contribuyendo a la construcción de ese Templo de la Humanidad faternal que ha de ser nuestra "catedral" simbólica en el siglo XXI...
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