JUSTICIA MASÓNICA…
Nuestro ascenso iniciático hacia lo desconocido se realiza dentro de y a través de la Naturaleza de nuestro universo, cuyas leyes y fenómenos nos van revelando el camino hacia el deseado descubrimiento y comprensión de un superior Trazado o Ley universal, que contiene la esencia del Principio creador.
Los símbolos que nos ha legado la Masonería tradicional, tomados prioritariamente del oficio de unos constructores ennoblecidos por su trabajo, conjugan la capacidad de reflexión y meditación con la capacidad de iniciativa y de acción humanas, proporcionando a los masones un medio ideal para ir más allá de lo evidente, en su camino hacia una frontera que llamamos "perfección", conscientes de la limitación que corresponde a nuestra naturaleza.
Hoy nos encontramos frente al imperativo moral de preparar al hombre del siglo XXI para ayudarle a sortear los riesgos que representan tanto la indiferencia social como los fundamentalismos. Pero para proseguir nuestra marcha en el presente siglo será necesario hacer una distinción más neta entre lo que debe seguir manteniéndose como mistérico y lo que ha pasado a ser de conocimiento general. “Mayor creatividad, así como una prudente audacia, serán indispensables para enfrentar los desafíos del siglo XXI”, pensamos ya muchos.
La iniciación masónica que propone nuestro método ritual, se desarrolla a lo largo de tres etapas características: “aprender”, “amar” y “actuar”, que podemos considerar simbolizadas, ya desde el primer grado, por los tres pasos rituales del Aprendiz. A cada una de esas tres etapas corresponden grados y graduaciones.
El “grado” es un concepto objetivo que reúne el conjunto de símbolos, gestos, ornamentos y leyendas capaces de inducir el efecto iniciático perseguido, en tanto que la “graduación” del masón, a nivel personal, describe el estadio en el que un Hermano se encuentra instalado para proseguir desde él su iniciación (en francés se distinguen 'grado' y 'degré'). A diferencia de lo que en la práctica proponen los partidos y las sectas de toda índole, el masón debe actuar en conciencia, de acuerdo con su honrada graduación íntima o vivencia personal del grado, sin que nadie pueda imponerle otra cosa.
Ese camino hacia lo esencial se simboliza como una “escala gradual” que, partiendo del afianzamiento de una consciencia cósmica, como habitantes de un planeta inserto en una galaxia, nos permitirá acceder al concepto de equilibrio de fuerzas, invitándonos muy concretamente a descubrir y promover en el microcosmo de las relaciones humanas el equilibrio armónico que los masones llamamos Justicia. A su vez, el camino hacia un concepto superior de Justicia pasa necesariamente por la gradual afloración de esas potencialidades humanas que llamamos “virtudes”.
En resumen: es necesario que la Justicia, como medida áurea, sea un sentimiento virtuoso que forme parte del tejido anímico personal, capaz de manifestarse como acto reflejo puntual.
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