REFLEXIÓN
(muy personal y probablemente sulfurosa....), por @ Amando Hurtado
La Institución masónica, que se inspiró en el oficio tradicionalmente masculino de los constructores, no contempló su forma de iniciación como un abstracto "derecho humano", sino como una vía de perfeccionamiento diseñada para potenciar y llevar a sus últimas consecuencias ciertas facultades, dentro de lo que podría considerarse entonces un determinado síndrome masculino. No todos los hombres pueden, incondicionalmente, ser masones y en ningún caso se trata sólo de ponderar “coeficientes intelectuales”.
Aunque no lo parezca, en la Humanidad del homo sapiens-sapiens está aún por concluir el tránsito de las sociedades matriarcales a las patriarcales y viceversa. La estructura psicosomática del hombre ha condicionado siempre su conducta, relegando gradualmente el papel social de la mujer al plano de la intimidad. Sin embargo, la mujer nunca ha desistido de poner al servicio de la sociedad humana tanto las facultades específicas de su género como aquéllas que comparte con el hombre. Por ello, a lo largo de la Historia, la mujer-madre, la mujer-cultivadora, la mujer-tejedora, la mujer lunar, han sido otros tantos parámetros simbólicos de particulares vías iniciáticas.
En la fase histórica que vivimos, se ha producido un mimetismo que está impulsando a la mujer a asumir muchos roles sociales tradicionalmente masculinos. Sus facultades intelectuales y el enorme desarrollo de las tecnologías lo permiten mejor que nunca. Simultáneamente, se está impulsando al hombre a asumir conductas menos prepotentes, más equilibradas en el ámbito social y en el de la intimidad cotidiana. Pero cabe preguntarse dónde se hallan los límites de ese proceso desfeminizador y desmasculinizador. Es muy probable que sin hombres y mujeres realizados como tales, o lo que es lo mismo, sin cultivar las virtudes o facultades intrínsecas de cada género, contenidas en los moldes humanos naturales (biológicos y psicológicos), no haya una humanidad equilibrada.
Como no podría ser de otra forma, en la simbología masónica se hallan presentes las dos polaridades universales impresas en todos los seres, tanto en los llamados animados como en los inanimados y la metodología masónica permite una pluralidad de ritos o métodos vectores de la enseñanza iniciática.
Puesto que la masonería fundacional de 1717 se basó en la tradición de los masones operativos o varones constructores, cabe también concebir y practicar modalidades con vectores rituales propios basados en actitudes psicológicas idiosincrásicas de la feminidad, capaces de orientar sus contenidos hacia el mejor desarrollo de la polaridad femenina, profundizando de manera especial en los aspectos lunares de los símbolos masónicos. Gestar, parir y criar (por ejemplo), dan lugar a otras tantas situaciones fisiológicas inseparables de un síndrome psicológico, con un antes. un durante y un después que no se dan en los hombres.
En cualquier caso, no parece lógico que deba existir hoy una Masonería universal que excluya a la mujer. En un mundo que haya de alcanzar cotas superiores de justicia y perfección, mujeres y hombres, iniciados a través de su propia vía de perfeccionamiento, han de poder coordinar sus esfuerzos para contribuir juntos a la construcción de un Templo de la Humanidad en el que resplandezca la Luz esencial de la que todo procede.
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