La Masonería y la epidemia de fiebre amarilla de 1871
La epidemia de fiebre amarilla que asoló Buenos Aires a principios de 1871 no fue la primera ni la última, pero sí la más virulenta y mortífera.
La fecha de inicio de la epidemia fue el 27 de enero de 1871 con tres casos identificados por el Consejo de Higiene Pública de San Telmo. Los casos fueron detectados en dos manzanas del barrio de San Telmo, lugar que agrupaba a numerosos conventillos: las viviendas en las calles Bolívar 392 y Cochabamba 113.
En otras oportunidades la enfermedad había llegado a Buenos Aires en los barcos que arribaban desde la costa del Brasil, donde era endémica.
Se cree que en 1871 habría provenido de Asunción del Paraguay, a través de los soldados argentinos que regresaban de la Guerra de la Triple Alianza ya que previamente se había producido un foco en la ciudad de Corrientes.
Para tener una idea del impacto en Buenos Aires, habitualmente el número de muertos era de entre 15 a 20 personas diarias, llegando en el pico de epidemia a 500 por día.
Una de las primeras y más fuertes consecuencias, fue el éxodo hacia la zona norte y oeste de la ciudad por parte de quienes podían hacerlo.
Además, se estima que 100 de los 160 médicos que había en Buenos Aires también se fueron junto con otros 115.000 habitantes.
En total, en Buenos Aires vivían 180.000 personas, así que la ciudad quedó literalmente desierta, lo que dio lugar a todo tipo de robos.
La Comisión
En vista de la situación, y frente a la falta de recursos y organización por parte de las autoridades de la ciudad, se organizó una convocatoria con el objeto de crear una Comisión que se ocupara de la situación.
La reunión que se realizó en casa del periodista y director del diario “La Tribuna” Héctor Varela.
Al día siguiente, el mismo diario convocó para el lunes a las 12 de la mañana en la plaza de la Victoria, actual Plaza de Mayo.
La Comisión Popular de Salubridad Pública se terminó de constituir el 13 de marzo de 1871 y el listado de miembros fueron leídos por Varela en los peldaños de la Catedral.
Algunos de sus integrantes fueron Lucio V. Mansilla, José Roque Pérez, Dr. Bernardo de Irigoyen, el presbítero Patricio Dilllón, Mariano Billinghurst, y los poetas Matías Behety, Carlos Guido Spano y Evaristo Carriego (padre), Adolfo Alsina, Adolfo Argerich, Emilio Onrrubia, y el ex presidente Bartolomé Mitre, que terminaría enfermo, como su hijo “Bartolito”, aunque sobrevivieron.
Se instalaron en un local de la calle Bolívar 82. El presidente era el Dr. Roque Pérez, y la vicepresidencia recayó en manos de Varela.
A partir de ese momento, los diarios publicaban, en la medida de sus posibilidades (no salían todos los días y sus ediciones eran mínimas) el lugar donde se realizarían las reuniones, con el objeto de que la población estuviera al tanto de los cuestiones que se iban tratando y pudieran asistir a las mismas.
Estrategias contra la enfermedad
Entre otras funciones, la comisión tuvo como tarea la expulsión de aquellas personas que vivían en lugares afectados por la enfermedad, y en algunos casos, se quemaban sus pertenencias.
En ocasiones los desalojados eran inmigrantes que no hablaban bien el español. Los italianos, que eran la mayoría entre los extranjeros, fueron acusados de haber traído la enfermedad desde Europa. Unos 5000 realizaron pedidos para volver a Italia, pero había muy pocos cupos, y muchos de los que pudieron embarcar murieron en altamar.
Un capítulo aparte merece la consideración de la población negra de Buenos Aires. Fueron uno de los grupos con mayor tasa de contagio. De acuerdo a crónicas de la época, el ejército cercó las zonas donde vivían y no les permitió moverse hacia otras zonas, donde la población blanca se estableció para evitar el contagio.
La enorme mortandad que causaba la epidemia obligó a la creación del Cementerio de la Chacarita, dado que el cementerio del sur no daba abasto y el cementerio del norte -actual Recoleta- había prohibido las inhumaciones de víctimas de la fiebre amarilla.
Por otra parte, aquel cementerio había perdido su condición de Camposanto en 1863, después de que el cardenal Aneiros se negara a enterrar a Blas Agüero, conocido por su condición de masón, y de que el entonces Presidente Mitre ordenara la inhumación igualmente.
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