REFLEXIÓN: ¿La vida y el Hombre son reflejo de una “Mente suprema”? | Por, @Amando Hurtado
Lo esencial del Simbolismo masónico es que no condiciona el pensamiento, sino que lo estimula.
Supongo que para alguien no identificado con ninguna religión positiva, y tampoco familiarizado con razonamientos y términos que podríamos calificar de “técnicos”, propios del lenguaje filosófico académico, puede resultar altamente enigmática una afirmación así. Creo que buena parte del problema radica, precisamente, en no presentar ciertos conceptos tradicionales con una terminología actualizada. No es de extrañar que en sectores cristianos cada vez más amplios se venga hablando de “nuevos paradigmas” para plantear razonamientos teológicos.
El agnóstico (que lo único que rehúye realmente es llegar a definiciones dogmáticas irreversibles), puede considerar un triángulo como símbolo de la luz, el espacio y el tiempo, unidos en tríada creadora cósmica, en tanto que en cualquier iglesia cristiana puede hallarse igualmente tal figura simbólica como representación de una divina Trinidad creadora. Lo esencial del Simbolismo es que no condiciona el pensamiento, sino que lo estimula.
La “Mente suprema” parece un eufemismo para aludir a Dios, aunque, de hecho, también puede ser un eufemismo para eludir a Dios. Y es que sólo eludiendo una determinada versión dogmática, parece posible llegar a una comprensión válida del concepto, susceptible de ser traducido de nuevo por algunos como “Dios”, pero sabiendo lo que se hacen. Las palabras son símbolos cuyos valores se interiorizan cuando se comprenden.
Deberíamos ascender por la vía simbolista para identificar las manifestaciones puntuales de cuanto se nos presenta como “la realidad”. Esa vía simbolista ha sido siempre básicamente bifronte: el lenguaje y la comparación analógica. Las dos rodadas de tal vía confluyen en lo que hemos llamado la “Ciencia” o resumen de las ciencias humanas.
Para algunos, si el espacio y el tiempo fueran infinitos, el inmenso número de combinaciones de materia-energía producidas habría dado como resultado aquello que, dentro de nuestra capacidad de percepción, consideramos estructuras estables que se repiten siempre que las condiciones son favorables para ello. Yo tengo la sensación.de que el “espíritu” es, precisamente, ese impulso organizador vital que se manifiesta en la dinámica universal y que da sentido a todo lo que existe. Para otros, la formación de las diversas estructuras se debería a un plan organizador inteligente, de diseño “divino”, o bien sería resultado directo de la inteligencia universal que hay en todo lo que existe, como si cada partícula de energía fuese algo así como una ínfima manifestación de esa Inteligencia universal misma. La primera constituiría una apreciación materialista, la segunda sería espiritualista-religiosa y la tercera espiritualista-panteista.
Aunque existen diversas interpretaciones de lo pateístico, claro. Recuerdo que el cura párroco de una distinguida parroquia de Madrid, que fué mi profesor de religión en el Instituto, solía decirnos que el “panteísmo” es absurdo porque, si todo es Dios, a nadie le cabe en la cabeza que un gato pueda ser Dios. Era la burda forma habitual de enseñarnos a ridiculizar lo desconocido o lo reprobado oficialmente en la España de aquel tiempo. Aquel buen hombre sí que era un “materialista.”…
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